Ya ha llegado el otoño. Aun cuando las temperaturas todavía se sostienen, particularmente viniendo de un verano no excesivamente caluroso, los días van acortándose y las primeras lluvias nos recuerdan, por si acaso todavía no habíamos tenido tiempo de recordarlo, que el verano se ha acabado y con él esa sensación de alegría, de luz, de energía, que, inevitablemente, se asocia con la época estival. Tras superar el trauma de la vuelta al trabajo ahora debemos enfrentarnos a la realidad estacional que, sin avisar, sin preaviso, como un visitante no deseado, se nos está acercando.
Mis queridos locólogos llaman la atención sobre esta pesadumbre que arrastra el otoño y nos alertan sobre el riesgo de sentirnos más sensibles a los cambios de humor y, probablemente, a ser más remisos a la hora de poner una sonrisa en nuestro día. Y es lo que tiene el otoño. Pero no debemos dejarnos llevar por él; ante todo, tenemos que tratar de mantener el espíritu positivo. No es fácil y nuestra actitud mental puede traicionarnos. La causa se encuentra en nosotros mismos y nuestro organismo: dependiendo de la luz solar existente, el cerebro envía órdenes a ciertas hormonas, sobre todo la melatonina, que se encargan de regular el sueño, la temperatura corporal o la sensación de hambre. La producción de la melatonina es mayor con la reducción de horas de luz, y a la vez disminuye la cantidad de serotonina, otra hormona que tiene que ver con el estado de ánimo. Pero, ¿qué hacer? ¿dejarnos llevar?
Evidentemente, la melatonina no se vende en el supermercado, pero se encuentra en él. Los expertos aconsejan cuidar particularmente nuestra alimentación en esta época del año, en la que nuestra temperatura corporal desciende y tendemos bien a ingerir alimentos con alto contenido calórico bien a descuidar nuestra dieta, lo que puede acentuar la sensación de ansiedad y desmotivación. Un buen desayuno por la mañana nos ayudará a sentirnos más fuertes delante de los retos cotidianos; la ingesta de alimentos ricos en hierro y de frutos secos nos ayudarán a combatir la anergia y la apatía.
Pero no es todo. Debemos tener una actitud positiva hacia nuestra rutina diaria. Es importante marcarnos metas cortas y alcanzables, que nos den una sensación de crecimiento, de logro. No importa que sean tareas regulares o repetitivas; lo importante es que lleguemos a sentir que las hemos superado, que hemos alcanzado el éxito en las mismas.
Y la luz. La carencia de luz solar debemos suplirla con la mejor iluminación posible. Debemos asegurarnos que, allí donde estemos, la luz eléctrica va a ofrecernos ese artifical sustituto del astro rey. No es preciso malgastar, pero tampoco ser rácanos con algo que puede ayudarnos a superar una sensación física y mental que podría llegar a dominarnos.
Aunque, quizá, tampoco sea yo el más indicado para aconsejar sobre el tema. O quizá, por eso, sí.
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