22 de diciembre de 2008

RAZONES PARA DETESTAR LA NAVIDAD

Puede que suene extraño; puede que resulte poco acertado; puede que no haya un solo lector conforme, pero, a continuación, paso a enumerar algunas de las razones por las que considero detestable este periodo:
  • La producción se ralentiza durante, prácticamente, un mes. Entre la tradicional ingeniería de calendario de primeros de diciembre y la falta de actitud para el resto del periodo, hasta casi mediados de enero no se recupera un ritmo de trabajo que pueda consierdarse "normal".
  • Las calles se llenan de gente acomplejada sin complejo de hacer el ridículo con gorritos, cuernos de reno o diademas iluminadas.
  • Las zonas céntricas y los grandes centros comerciales se llenan de familias enteras que van a pasar el día completo en ellos y lugo regresan al domicilio sin haber realizado una sola compra.
  • Las empresas envían miles de cestas de navidad a gente que, en muchos casos, siquiera conocen.
  • Los precios de los alimentos suben porque se supone que aumenta la demanda, como si el resto del año no comiéramos.
  • ¿Por qué todo el mundo se desea felicidad si, cuando pasen estos días, te clavarán la puñalada trapera por la espalda?
  • ¿Por qué hay que reunirse familiarmente en determinados días indicados en el calendario, recordando especialmente a quienes ya no están, en lugar de "disfrutar" de quienes están presentes?
  • Si, según reza el refrán, "de grandes cenas están las tumbas llenas", ¿por qué nos empeñamos en atiborrarnos de alimentos y de alcohol la víspera de los dos días rojos del calendario?

Si nos ponemos a "tirar del hilo", es posible que surgieran muchas razones más, pero, al menos, que sirva como referencia y reflexión para el periodo que estamos viviendo. Además, por qué negarlo, deseaba introducir algún tema un poco más humorístico de cara a final de año, ya que tenemos tiempo por delante para seguir comentando los problemas y visicitudes de la vida diaria.

¿Dónde está el Grinch?

17 de diciembre de 2008

LAS CLAVES DEL NETWORKING

La estratégica gestión de la red de contactos es un interesante recurso que puede cultivarse con objetivos personales, profesionales e incluso sociales.
Evidentemente, el concepto como tal no es nuevo, aunque sí es cierto que útimamente todo el mundo habla de ello. Somos seres sociales por naturaleza y nos relacionamos entre nosotros desde el principio de los tiempos. Lo que es "más nuevo" es la manera en como se trabaja y, sobre todo, el gran refuerzo que aportan y proporcionan las diversas herramientas tecnológicas que desde hace algunos años están a nuestra disposición. No hay normas escritas.
De hecho, en esta estratégica disciplina hay mucho de sentido común y "buen hacer". No obstante, para establecer una sólida base sí podemos presentaros un interesante decálogo de premisas a seguir:
1) Actuar con generosidad. Se empiece en el momento en que se empiece, siempre hay que hacerlo "sembrando" y sin esperar nada a cambio. En nuestro particular lenguaje, el de los networkers, es lo que se conoce como "dar para recibir". El actuar por puro interés y además bajo un punto de vista individual es una estrategia posible, pero en absoluto recomendable. Hay que recordar siempre que el mundo es muy pequeño (vamos, un pañuelo) y aunque este comportamiento pueda parecer que funciona, a la larga se verá que es totalmente contraproducente.
2) Pensar estratégicamente. Hacer contactos es, o parece, una tarea muy fácil. Parece tan sencillo como, si se quiere, hacer un clic con el ratón de nuestro ordenador. Pero hacerlo de manera metódica y productiva es bastante diferente. El trabajo de red siempre debe regirse por un hilo conductor llamado "estrategia" que, además, debe ser personal e intransferible. Y la creación de esta estrategia debe basarse en:
  • a) saber que tengo (análisis),
  • b) preguntarse para que lo quiero (reflexión)
  • c) planificar cómo lo voy a hacer (objetivos).

3) Darse tiempo. Hay que tener claro que los resultados no van a ser inmediatos. O, al menos, que aquellos que se obtienen a corto plazo (que, evidentemente, también los hay) sólo son la punta del iceberg de los que permiten que la red empiece a "funcionar sola". ¿Y cuándo pasa eso? Muy fácil, cuando son los otros los que hablan de ti y de lo buenos que son tus servicios o cualidades profesionales. Y eso sólo se consigue demostrando "lo que se vale" y obteniendo la confianza de los demás, que por cierto, cuesta mucho de ganar y muy poco de perder.

4) Convertirlo en filosofía de vida. El buen network nunca puede plantearse como una actividad, ya me permitiréis que lo diga así, de carácter "extraescolar". Al igual que las buenas ideas no tienen horario fijo, los buenos contactos pueden surgir en el momento o situación menos pensada. Por tanto, debe formar parte de nuestra vida diaria. Y para ello, lo más importante es entender que se requiere este "cambio de chip".

5) Ser proactivo. Aunque a algunas personas les pueda costar más que a otras, es muy importante "dejar la timidez en casa". Ser lo que se conoce como "flor de pared", es decir, querer observar más que ser observado no es una postura atractiva ni productiva. En nuestro trabajo de red hay que buscar, invertir, localizar, explicar, conocer, contactar y navegar. Es decir, crear y provocar continuamente nuevas situaciones de network.

6) Encontrar el equilibrio perfecto correcto. No olvidemos que las redes de contactos tienen un elemento básico: las personas. Por lo tanto, nunca se puede perder el contacto personal, que además es innato a la persona humana. Es más, el contacto virtual mejora exponencialmente tras un contacto presencial. Por tanto, ni se puede hacer todo el trabajo de manera virtual ni tampoco de manera presencial. Hay que buscar y encontrar el equilibrio perfecto.

7) Dominar el arte de la comunicación (verbal y no verbal). Una cosa está clara, los "demás" no están ahí para escucharnos eternamente. Es más, a veces no hace ni falta. Los diez primeros segundos de establecimiento de contacto son suficientes para crearse "la impresión" que luego lo regirá todo. Hay que aprender a controlar todos los aspectos comunicativos que nos rodean. A nivel verbal, por supuesto, con presentaciones concisas, diferentes y originales. Y a nivel no verbal, que casi se puede decir que llega a ser más importante que el discurso en si, a controlar todos aquellos aspectos (como la vestimenta, el maquillaje, la postura corporal, los complementos, etc.) que sin lugar a duda influyen y mucho.

8) Disponer de una buena agenda de actividades. Los eventos presenciales son una fuente inestimable de obtención de nuevos contactos. Hay que tener claro que no se puede asistir a todos. Ni siquiera queriendo tendríamos tiempo suficiente. Y de hecho, tampoco sería productivo. Tener una buena y completa agenda, con periodicidad mensual si se puede, que recopile las citas que mejor encajen con la estrategia es realmente imprescindible para un correcto networking. Y, además, una buena agenda no se debe limitar a los eventos de network puro, sino que debe también contemplar eventos temáticos y sectoriales, así como otros que nos permitan mejorar nuestras habilidades comunicativas y personales.

9) Aumentar el valor de su red. Sea cual sea su tamaño, hay que potenciar esa riqueza. Y para hacerlo, lo mejor es esforzarse en presentar nuestros contactos a terceros. Estos no se pueden ver únicamente como un tesoro personal. De esta manera, todos salimos ganando.

10) Reforzar con la tecnología. Internet y las herramientas tecnológicas que actualmente están a nuestra disposición nos ayudan a gestionar mejor nuestro trabajo de red. Desde directorios profesionales virtuales a plataformas on-line específicas de network propias de la Web 2.0, su utilización no sólo nos ahorra tiempo sino que sobre todo nos aporta posibilidades antes inexistentes. Eso si, estas herramientas siempre deben ser vistas como un refuerzo o complemento y no como un sustituto del contacto presencial.

(Gracias a José Luis Morato, por sus ideas)

2 de diciembre de 2008

SALSA BOLOÑESA


La universidad española está enferma. En realidad no es un síntoma nuevo. Más bien tendríamos que hablar de un mal endémico que solo ha cambiado de patología con el tiempo, pero que sigue ahí.

Si nos retrotraemos al periodo democrático, el engorde de profesorado contratado (los famosos, por aquella época, PNN), la Ley de Reforma Universitaria y resto de leyes que han convertido, si no lo eran ya antes, a los departamentos universitarios en verdaderos reinos de taifas. Solo entraba el más pelota o el recomendado. Siempre hay un “candidato de la casa”.

De repente, unos sesudos señores de muchos países se reúnen en la bonita ciudad italiana de Bolonia y montan un tinglado llamado Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Y, por lo visto, quieren que las universidades europeas homologuen entre sí sus titulaciones y sus prácticas. Y ahí es donde verdaderamente comienza el conflicto.

Ahora los señores de Bolonia quieren que los docentes universitarios estén debidamente preparados, investiguen y trabajen, como pasa en buena parte de la Europa civilizada. Pero eso choca frontalmente con la situación actual de la universidad española, en la que los departamentos son camadas de colegas, la investigación es más formal que real y en la que los procedimientos docentes parecen heredados directamente de la más rancia escuela de la época franquista.

Pese al frenético intercambio de estudiantes, principalmente a través de programas como Erasmus, el sistema se ha sabido blindar para evitar que la mayoría de las influencias docentes procedentes del norte de Europa (y el norte de Europa, en este caso, comienza en los Pirineos), alcance su reflejo en la universidad española.

Hoy por hoy la universidad española está formada por funcionarios acomodados que, salvo honrosas excepciones (y las hay), solo están interesados en medrar por un puesto más elevado, que les dure una temporada y les suponga un mayor ingreso en su cuenta corriente. Pero, desde un punto de vista docente, la excelencia académica brilla por su ausencia. Entraron mediante un concurso preparado para su perfil y, como buenos trepas, no dudan en pisar a quienes les introdujeron con tal de subir peldaños en el escalafón jerárquico. Las clases son una mera excusa para justificar un inmerecido salario. La investigación, cuando la hay, suele ser el trabajo de los becarios, firmado por el doctor o catedrático de turno.

Y éste es el perfil de quien ahora busca oscuras excusas para defenderse de los principios de ese Espacio Europeo de Educación Superior. Se escudan en argumentos débiles e inconsistentes para cubrir sus carencias. Por eso no quieren lo que allí se postula; la mediocridad y la pereza no tienen espacio, pero en nuestra universidad campa por sus respetos.

Sé que hay excepciones. Pero son eso, excepciones.

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