Mientras los alumnos de Primaria y Secundaria de casi toda Europa llevan ya algunas semanas asistiendo a su nuevo curso escolar, España, modelo según el Informe PISA de lo que no hay que hacer, se despereza a lo largo de esta semana y la próxima.
Mientras los calendarios escolares de la mayoría de los países líderes y referencia en dicho Informe PISA, como lo fue ahora hace un año el de la consultora McKinsey que ya comenté en este blog, son realizados en base a las necesidades, expectativas y renidmiento de los alumnos, en España, sindicatos, patronal de centros privados y concertados y Asociaciones de padres se enzarzan en una absurda discusión dialéctica sobre la conveniencia de un tipo de horario o de otro.
Desde hace mucho tiempo, el calendario escolar español se basa en la acomodación del profesorado. No es una jornada que piense en absoluto en los padres y, mucho menos, en el alumnado.
La discusión, al menos así lo entiendo, no debería centrarse en si los centros deben hacer jornada partida o jornada continua sino en analizar las curvas de rendimiento de los alumnos y establecerse la jornada y el calendario en función de dicho rendimiento. En la mayoría de los países referentes en el tema educativo los alumnos suelen tener ciclos de 7 u 8 semanas, manteniendo alrededor de una semana de descanso en cada trimestre, al margen de las tradicionales festividades cristianas que jalonan el calendario occidental. ¿En qué se traduce esto? Fundamentalmente en un beneficio en el rendimiento del alumno que, cierto es, disfruta de casi un mes menos de vacaciones en verano (normalmente julio y agosto) que sus "colegas" españoles, pero, sin emplear más horas en la formación, ésta se imparte de una manera más organizada y basada en la curva de rendimiento del alumno.
¿Que esto choca con la conciliación familiar y laboral? No parece que lo haga más que ahora. Si este calendario puede afectar a la organización familiar no parece que lo vaya a hacer menos el interés sindical de la jornada continua, salvo que los padres ocupen su tiempo laboral en la función pública. Y un calendario más alargado en el tiempo, pero con "pausas" durante los trimestres mejoraría el rendimiento escolar. Claro que, en este caso, tendríamos a los docentes y sus sindicatos de morros porque les acortaban las vacaciones de verano en casi un mes y tendrían una semana blanca (que no debería significar que no debieran asistir al centro a trabajar), en cada trimestre. Deberíamos acordar, como propone la CEAPA (Confederación Española de Padres de Alumnos), que la jornada laboral del docente debe desligarse del calendario y del horario lectivo del alumno.
Y luego ya veríamos si interesa más la jornada continua o la partida; que los centros desarrollen actividades extraescolares o que éstas sean gestionadas por otras instituciones; etc.
Este artículo coincide en el tiempo con el publicado hoy 8 de septiembre de 2008 por el periódico EL PAÍS en el que, de manera muy bien documentada, se comenta la disputa entre los distintos estamentos (padres y sindicatos, fundamentalmente), sobre la conveniencia o no de la jornada continua en los centros escolares, bajo el título ¿De quién es la jornada escolar? Quizá una forma de ver el tema desde otro prisma; cambiar las formas sin llegar al fondo.
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