18 de febrero de 2012

Carta abierta a José Ignacio Wert

Estimado Sr. Ministro de Cultura, Educación y Deporte:
Con relativa sorpresa he recibido hoy la solicitud por parte del entrenador del equipo de fútbol de mi hijo pequeño (8 años) de tener que pagar la cantidad de 5 euros por derechos de arbitraje de partidos de fútbol, ya que la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón ha cancelado las partidas que destinaba a este fin. 
Afortunadamente, todavía es una cantidad que puedo aportar sin ningún problema (sé que no todo el mundo puede decirlo hoy en día), pero me llama poderosamente la atención sus recientes declaraciones parlamentarias en las que defiende con vehemencia que su ministerio apoye y fomente de manera entusiasta (y con generosas aportaciones económicas) actividades supuestamente culturales como la matanza de toros de manera cruel en recintos habilitados a tal efecto y no se le caiga la cara de vergüenza porque las actividades deportivas de los más jóvenes (ésas que fomentan valores como solidaridad, compañerismo, esfuerzo, etc y que los mantienen alejados de otras actividades más perniciosas) tengan que ser financiadas por padres y AMPAS al desparecer la aportación pública para ellas.
Y el hecho en sí no deja de ser una anécdota. Pero me sorprende que no se le abran las carnes de repetir una y otra vez que no se va a recortar en el gasto de Educación cuando las consejerías de de las comunidades regidas por el mismo partido que le ha puesto a usted en el Gobierno del Estado están limando las dotaciones para centros y personal de enseñanza pública, tratando de equipararlas a las que se aportan a centros privados concertados. No acierto a entender que se mime con tanto cuidado las partidas destinadas a este tipo de centros (en los cuáles siempre existe una sesgada orientación ideológica) y se intente equipararlos en aportaciones y medios a los centros públicos. Es bien sabido que los centros concertados se acogieron en su día (allá por los años 80) a los conciertos por su incapacidad para generar los recursos necesarios para ser gestionados de forma enteramente privada. Asimismo también es sabido que, por ejemplo, a la hora de admitir alumnado, se basan en el principio de que todos son iguales, aunque unos más que otros. De esta manera se garantizan no tener que integrar a alumnos con limitaciones especiales (el 93% acuden a centros públicos, sobre todo por la disponibilidad de medios humanos y técnicos) o inmigrantes (el 84% están matriculados en centros públicos). 
Parece que su ministerio (o sus satélites autonómicos) quiere fomentar la excelencia educativa. Pero, ¿con qué medios? La campaña de idolatración de lo patrio por cuestiones deportivas puntuales y supuestos ataques extranjeros no debe llenarle los ojos de arena. La excelencia no se obtiene por generación espontánea, sino que hay que fomentarla, desde la base, con tiempo y con recursos. Y no consiste (como parece que pretende hacer alguna consejería del ramo) en crear grupos especiales de alumnos con mejor capacidad. Eso, por un parte, linda con los discursos de pureza de raza de los años 30 del siglo pasado que devinieron en una catástrofe sin precedentes. Por otra parte no garantiza el acceso a la mejor educación posible para todos los alumnos, sino a algunos escasos privilegiados (quizá, quienes menos lo necesitan). No me vale el escaparate (de los futuros Informes PISA) si la trastienda es un páramo.
¿Se da cuenta de que está jugando con fuego en una materia tan importante y sensible? ¿No entiende que la educación es un bien esencial para la salud y el futuro de un país? ¿Por qué tanta prisa en detener la implantación de Educación para la Ciudadanía para 4º de ESO con argumentos que le han demostrado falsos, que no existían, y proponer una absurda asignatura de leyes y principios (que hiede a lo que nuestros padres, en su día, tuvieron que aprender bajo el nombre de Formación del Espíritu Nacional)? ¿Cómo se han dado tanta prisa en proponer un boceto de reforma educativa tan arbitrario como insostenible? ¿Por qué se sigue permitiendo adoctrinamiento religioso en horario lectivo, socavando horas de contenidos necesarios?
No quiero que esta carta tenga un tono apocalíptico. Más aún, sé que lleva poco más de dos meses en el puesto. Tiene tiempo para corregir los errores de bulto que está cometiendo y luchar porque la educación continúe siendo un derecho de todos los ciudadanos y no de quien se la pueda pagar. Y que sea una educación integradora, no doctrinal. Que ayude a tener futuros ciudadanos que sepan pensar y tener criterio propio. 
O, quizá, soy demasiado iluso.

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