31 de agosto de 2011

El lenguaje del cuerpo

Muchas veces nos hemos preguntado por qué no hemos conseguido convencer a un auditorio cuando nuestros argumentos eran lo suficientemente sólidos como para obtenerlo por sí solos. En varios de esos casos deberemos reprocharnos no haber sabido transmitir adecuadamente el mensaje. Y, a la hora de transmitir, tan importante es lo que decimos como el modo en que lo expresamos y, más aún, la forma en la que representamos la transmisión. 
Siempre he tenido en elevada estima a quienes son capaces de comunicar de manera efectiva a través de medios como la radio, en los cuales no tenemos la posibilidad de apoyar nuestros argumentos con lenguaje no verbal. Pero, en muchas ocasiones, nuestro cuerpo se convierte en un enemigo de nuestro mensaje.
No podemos olvidar que tan importante o más que lo que decimos es cómo lo decimos, aun cuando, muchas veces, no somos conscientes de ello. El control de la expresión de nuestro cuerpo es una arma que nos ayudará a seducir y convencer a nuestra audiencia.
El control visual es muy importante. Mirar a los ojos a nuestros interlocutores es un medio de asegurar dominio y poder de convicción. Tradicionalmente se asocia a la honestidad y a la buena fe. Sin embargo, mantener la vista en exceso sobre la de nuestro interlocutor puede interpretarse de manera agresiva, por lo que es una actitud a evitar. Asimismo, cuando nos hablan, es aconsejable no desviar la mirada si la otra persona considera que nos está ofreciendo una información importante, ya que puede ser interpretado como desdén por nuestra parte.
La mirada por encima de nuestro interlocutor puede dar una falsa imagen de superioridad por nuestra parte que, quizá, debamos evitar. Algunos asumen que ese tipo de mirada, incluso, da la sensación de falsedad y mentira. Mantener el nivel visual es muy importante, ya que mirar hacia abajo puede ser interpretado como una señal de debilidad o de sometimiento ante nuestro interlocutor, de modo que nuestro mensaje puede perder su eficacia.
La postura que adoptemos con nuestro cuerpo frente a nuestro interlocutor también deberá responder al debido interés por lo que nos dice. Echar los hombros hacia adelante o cruzar los brazos puede interpretarse como una actitud defensiva. Tener los hombros levantados y nuestros brazos caídos colabora a facilitar la comunicación.
Se han escrito numerosos libros y artículos sobre la importancia de estrechar la mano. Firmeza, sin apretar demasiado; brevedad; y, por supuesto, evitar la sudoración en nuestra extremidad suelen ser consejos habituales en la mayoría de ellos.
Debemos encontrarnos cómodos en el espacio que ocupemos y sentirlo como propio. Si estamos conversando con varias personas a la vez, deberemos ocupar el espacio que precisemos y, si fuera necesario, expandirlo para acotar nuestro espacio de confort, de modo que mantengamos el control de nuestro mensaje e impidamos que otras personas se adueñen de nuestro espacio físico y, sobre todo, del interés que despertemos con nuestra comunicación.
Igualmente debemos cuidar la forma en la que nos aproximamos a los demás en la conversación. Acercarnos a nuestro interlocutor puede ser señal de interés, pero la invasión de su espacio de confort puede ser interpretado como un ataque o una forma de desconcentrarlo. Por otro lado, mantener excesiva distancia con la otra persona puede dar a entender que no nos interesa demasiado lo que nos está diciendo. Por lo tanto debemos mantener un cierto equilibrio en la distancia, entendiendo, además, que no es lo mismo en la cultura española que en la de otros países.
Muchas veces, en una conversación, nos podemos sorprender a nosotros mismos jugando con los dedos, dando vueltas a un bolígrafo, cruzando las manos, etc. Esa agitación que no percibimos, sin embargo, la transmitimos a nuestros interlocutores. Golpear una mesa con los dedos, mesar nuestro cabello o doblar y desdoblar un papel son un inequívoco signo de nerviosismo y de inseguridad que debemos prevenir.
La sonrisa puede delatar nuestra actitud en caso de que la utilicemos en exceso con la intención de satisfacer a nuestros interlocutores o que, por el contrario, no la empleemos hasta que nos satisfaga lo que se nos propone, de modo que estemos dando pistas de nuestra actitud, por ejemplo, en una negociación.
La expresión de nuestro rostro es el elemento más importante de nuestra comunicación no verbal. También existen numerosos libros y artículos sobre este tema. Debemos atender a lo que expresamos con nuestro rostro, ya que torcer los labios o acercarse el bolígrafo a la boca puede dar la sensación de que no estás contando todo lo que sabes. Una sonrisa suele indicar satisfacción con lo que estás diciendo mientras que un ceño fruncido puede mostrar inseguridad en tu discurso.

1 comentario:

  1. Estupendo reportaje y conveniente en su lectura, ya que puede funcionar como nuestra carta de presentación, tanto a nivel laboral como social... No sólo porque los receptores de nuestro lenguaje corporal sean conocedores, de esos signos, si no porque a nivel emocional inconscientemente, somos capaces de percibirlo. Creo que es interesante absorber dicha información, que nos servirá para nuestro crecimiento personal. Gracias amigo Miguel Ángel por recordarnos la importancia de esta forma de comunicación.

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