Irremediablemente la crisis financiera que arrancó en 2007 en Estados Unidos arrastró las estructuras financieras del resto del mundo durante 2008 y la crisis económica que se generó como consecuencia de la anterior en Estados Unidos durante 2008 rápidamente se trasladó, como un castillo de naipes, al resto de países desarrollados, países emergentes y países pobres.
Pero la historia nos recuerda que este tipo de crisis, en otra entrada hablaré de las posibilidades de deflación, el riesgo de depresión o de aspectos más locales, como puede ser el desempleo, suelen conllevar efectos políticos. Y estos efectos vienen siempre amparados por gestiones individuales de los países que tienden al proteccionismo o al sobreproteccionismo.
Tras el crack de 1929 y la Gran Depresión de los años 30, en un mundo todavía sin globalizar, distintos países experimentaron situaciones similares. En 1923 un periodista, Benito Mussolini había llegado al poder en Italia. En 1933 fue un ultranacionalista quien se hizo con el poder por medios democráticos en Alemania. En 1936 unos militares reaccionarios provocaron una sangrienta guerra fratricida en España hasta que se hicieron con el poder en 1939. En Europa, las consecuencias de heridas no cerradas de la Gran Guerra conllevaron una pérdida de valores y la puesta en crisis de los sistemas democráticos en muchas naciones.
Estamos asistiendo impertérritos a situaciones que se muestran alarmantemente similares. Por un lado tenemos una crisis económica global como nunca se ha sentido en todos los países. Esto está provocando una tendencia hacia el proteccionismo estatal que, unido a la imposibilidad de cerrar propuestas arancelarias globales, provenientes de la Ronda de Doha va a propiciar a no mucho tardar una desbandada que, por una parte, impedirá a los países avanzados salir del letargo financiero y económico y limitará extraordinariamente el imparable progreso de los países emergentes (BRIC, Brasil, Rusia, India y China).
Y traerá también la crisis del sistema político, tal y como ahora lo concebimos. En estos momentos existen varios focos iluminados con la luz roja ya. Por una parte Italia lleva más de 15 años sumida en una renovación de valores políticos que solo está sirviendo para el beneficio de su actual presidente, el mediático Silvio Berlusconi. Otros países, con una reciente transición al sistema capitalista, se encierran en sí mismos y desafían abiertamente a Europa, como es el caso de la República Checa y su presidente, Vaclav Klaus. Otros países del entorno, como Polonia, tuvieron una nefasta experiencia reciente. Y países tan arraigados como Austria aceptaron a un ultranacionalista como presidente durante cuatro años. No vamos a ir más allá y lamentar cualquiera que sea el resultado de las negociaciones para formar gobierno en Israel.
Parece mentira que se esté asistiendo impávidamente al resurgimiento de este tipo de ideologías. El caso más sangrante en la actualidad puede ser el italiano. Un corrupto empresario de la comunicación se ha aprovechado (y van dos ocasiones) de la falta de valores de los políticos tradicionales para alcanzar la presidencia del país y saltarse todos los principios básicos de la democracia para legislar en su favor, evitando en más de una ocasión que la Justicia pudiera hincarle el diente a sus nauseabundos manejos empresariales. Y no solo eso, al igual que sucedió con dictadores como Mussolini o Franco, se ha aliado con la reaccionaria cúpula de la Iglesia Católica para orquestar un nuevo sistema social. En este nuevo sistema social ya no tienen cabida quienes no sean italianos; las razzias persecutorias contra gitanos e ilegales balcánicos se suceden por todo el país y se ha autorizado, incluso, la creación de escuadrones vecinales. Este personaje, que tuvo que ser apadrinado en la sociedad política europea de finales de los 90 por otro tétrico sujeto de similar guisa como fue José María Aznar, puede ser la avanzadilla de una nueva inversión de papeles en Europa que lleven al estancamiento de la consolidación europea y, lo que es peor, a la generación de algún nuevo monstruo global.
¿Vamos a seguir asistiendo impávidos a este resurgir ultra ahora que la economía “neocon” ha demostrado su total fracaso? ¿Quién le pone el cascabel al gato?
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