25 de noviembre de 2008

EL MUNDO EN 2025

El pasado viernes el Consejo Nacional de Inteligencia norteamericano publicó un documento titulado Global Trends 2025 en el que se especula con los posibles escenarios en los que el mundo podría encontrarse en esas fechas.

Lo primero que llama la atención del informe es la reducción de la diferencia entre los países avanzados y los países en vías de desarrollo. En este sentido, países que ahora están en el segundo grupo, tales como Brasil, China, India o Rusia serán protagonistas principales de las decisiones. Por otro lado encontramos un aumento en el peso específico de organizaciones no gubernamentales, asociaciones profesionales, grupos religiosos, etc. Estos tendrán un carácter supraestatal y deberán estar referenciados en los foros internacionales de decisión.

Aunque el dato que más ha llamado la atención en los medios de comunicación es la pérdida de la hegemonía de Estados Unidos, el informe no indica que vaya a dejar de ser la referencia de la civilización occidental, sino que existirán otros países, como los anteriormente mencionados, que tendrán su influencia geopolítica y global. Estados Unidos será entonces un referente más entre los tres o cuatro a los que enfrentaremos.

La transferencia de la riqueza global y del poder económico desde el Oeste hacia el Este no habrá tenido precedente en la Historia. Esta deriva proviene, inicialmente, por el incremento del precio del petróleo y de materias primas han generado innumerables beneficios para los países del Golfo y Rusia. Por otro lado, costes más bajos y políticas más proteccionistas han trasladado el foco de mano de obra de obra barata y otros servicios hacia Asia.

El país que aumentará notablemente su impacto sobre todos los demás es China. Si se mantienen las actuales tendencias china será en 2025 la segunda economía más potente del planeta y aumentará su influencia militar, sobre todo en Asia. Aunque India disfrutará de un largo periodo de progreso, las diferencias internas entre unas regiones y otras le impedirán constituirse como referencia global, aunque su influencia se amplificará notablemente. Rusia podrá elevar su status quo si decide invertir en capital humano y diversifica su economía; por el contrario podría perder parte de su hegemonía si los precios del gas o del petróleo se mantienen en los márgenes actuales.

La crisis financiera global en al que hemos entrado en 2008 nos ha presentado una forma de gobierno que, con alguna excepción, había sido desterrada de las economías de libre mercado, pero que, sin embargo, va a experimentar un rápido auge en los próximos años: el “capitalismo de estado”. Algunos países como Corea del Sur, Taiwan o Singapur ya lo practican y parece que puede ser la tendencia a la que se ha abierto China en los últimos años y la que van a abrazar Europa y Estados Unidos. Esto implicará una mayor democratización en el gigante asiático, aunque no implicará necesariamente una imitación de los modelos occidentales, manteniendo la hegemonía del Partido Comunista chino.

En el otro polo de la balanza, los países de África subshariana y, posiblemente, algunos países latinoamericanos experimentarán avances muy lentos, si no regresiones.

Los recursos naturales aumentarán su presencia en la agenda global. Mientras la producción de hidrocarburos irá reduciéndose paulatinamente se deberán progresar en la generación de recursos alternativos, dado que las fuentes tradicionales, a su lenta escasez, deberá añadirse la inestabilidad geopolítica de sus fuentes.

El aumento de la clase media en numerosos países con una elevada población provocará un aumento de la demanda de alimentos. La falta de agua llegará a ser crítica en ciertas zonas del planeta. La rápida urbanización de zonas que ahora son cultivables provocará un descenso en los recursos existentes.

El cambio climático va a ser un hecho y va a provocar tensión entre distintas zonas del globo. Las diferencias regionales en producción agrícola resultarán más pronunciadas, con serios riesgos en la zona del África subsahariana.

Las nuevas tecnologías van a experimentar un avance desproporcionado y difícil de cuantificar en estos momentos. La aplicación de las mismas al mantenimiento de desarrollo del medio ambiente resultará clave. Se entiende que, para 2025, estaremos en una etapa de transición energética, pero, de momento, no se puede indicar hacia dónde o de dónde provendrá esa nueva fuente energética.

Los conflictos territoriales se reducirán debido al aumento de población de clase media en la región de Oriente Medio. Esto no implica que desaparecerán los terrorismos nacionalistas, pero se reducirá el impacto que tenga sobre la juventud. El mayor riesgo que se presenta será la aplicación de las nuevas tecnologías en el campo armamentístico y la posibilidad de que grupos terroristas puedan tener acceso a estas armas de destrucción masiva.

La posible inclusión de Irán como potencia nuclear contribuirá a mantener la desestabilización en Oriente Medio, pero se prevén episodios de disensiones más que serios conflictos entre estados.

Parece ser que los conflictos ideológicos serán menores, aun cuando quedarán focos de conflicto en países como Pakistán, Nigeria, Afganistán o Yemen.

Otros conflictos que pueden resurgir serán los derivados de las carencias de recursos naturales: agua, tierra cultivable, etc.

El informe recoge la improbabilidad del uso de armas nucleares en conflictos locales y, en el caso de que fueran utilizadas, implicaría un realineamiento de fuerzas geopolíticas con el fin de establecer alianzas estratégicas.

El entorno internacional cambiará, ya que aparecerán nuevos países liderando la política y la economía que, sin desterrar la hegemonía estadounidense, los equiparará con la única potencia actual.

Lo que sí cambiarán serán las instituciones globales, debido al creciente peso de organizaciones multilaterales supranacionales que deberán tener voz en los nuevos organismos que se deban crear para que estas organizaciones puedan ser escuchadas. Por otra parte los países asiáticos experimentarán un gran crecimiento económico que los colocará entre los nuevos países desarrollados. No obstante esto podrá provocar un cierto regionalismo asiático que establezca tres bloques económicos: Norteamérica, Europa y Lejano Oriente.

Y todo esto nos llevará a la pérdida de la hegemonía exclusiva de Estados Unidos, quien tendrá que compartir la misma con Asia y con una Europa que seguirá anclada en la consecución de una identidad común supranacional.

Finalmente el informe recoge cuatro supuestos para los que desarrolla los potenciales escenarios que de ellos se originan:

  • ·         Un Mundo sin Occidente, en el que las nuevas potencias sustituyen a las actuales.
  • ·         La Sorpresa de Octubre, provocada por un cataclismo como consecuencia del cambio climático.
  • ·         La explosión de las economías emergentes, que originaría una fuerte disputa entre las superpotencias.
  • ·         La Política no es Siempre Local, donde redes y organismos no estatales toman la palabra en nombre de los ciudadanos.

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