La comunidad educativa no es ajena al proceso de transformación social que estamos experimentando durante los últimos diez años, aproximadamente. Hemos entrado en una nueva era, la era de la información, y los centros educativos han de adaptarse a esta nueva situación social en la que nos encontramos. Basándonos en algunos de los principios con los que está trabajando la comunidad educativa vamos a tratar de entender cómo y hacia dónde se debe dirigir la misma para adecuarse al nuevo tipo de sociedad que está surgiendo: la sociedad del conocimiento.
Las más recientes teorías económicas y de gestión han procedido a considerar un nuevo valor en las empresas que va mucho más allá del mero valor contable, ya que es muy difícil de cuantificar; es el valor del conocimiento. La materia gris se valora por encima de otros sistemas de capitalización. El conocimiento reemplaza los recursos naturales, la fuerza o el dinero como factores clave. Paralelamente se está procediendo equilibrar el sistema de conocimiento por medio de la democratización de los circuitos.
La mundialización, la globalización y los requisitos de habilidades tecnológicas han traído consigo la revaluación de una característica esencialmente humana: el cerebro. Éste, como poseedor, conocedor y consumidor de conocimiento se ha convertido en el mayor activo a valorar en la sociedad actual. Las nuevas formas de organización social y económica basadas en los profundos cambios tecnológicos conducen a ponderar el capital intelectual, entendiendo éste como la capacidad de generar nuevo conocimiento en cualquier ámbito del ser humano. Las aplicaciones prácticas de la inteligencia no se miden en productos o cifras; son intangibles, es decir, valor creado procedente de las personas (capital humano), valor generado por la organización y la tecnología (capital estructural) y valor emanado por las relaciones con el entorno (capital relacional). El conocimiento se convierte, por ello, en el valor añadido más importante en las organizaciones.
Este cambio afecta definitivamente a la comunidad educativa, ya que conlleva cambios en la metodología y en los contenidos de la enseñanza. Si el objetivo del docente es preparar a sus alumnos para enfrentarse mañana con los retos de la sociedad deberemos ser conscientes de que ese mañana no es la sociedad actual, sino la sociedad del conocimiento y la incorporación de éste a todas las facetas de la vida humana.
Las nuevas tecnologías trajeron la revolución de los números. Pero el procesamiento de éstos no se quedó en su mera transformación, sino que sirvieron de empuje para llegar a la verdadera revolución, la revolución de la información. Ahora la escuela ya no es la única que instruye a los jóvenes. El entorno y la época ejercen sobre ellos tanta o más influencia que los educadores.
Para configurar los parámetros de la nueva sociedad debemos tener en cuenta que nos estamos moviendo en un contexto el que existe excesiva información. La labor del docente ya no será la de mero transmisor de conocimiento, sino de enseñante para la selección, evaluación y aprovechamiento de la misma. Se ha de habituar en educación a seleccionar, valorar y filtrar la información. Además, la información ha pasado de ser estable a ser efímera; los conocimientos cambian en un espacio y un tiempo inferior al de la vida de una persona, de ahí que sea básico reciclar y renovar. Esto conlleva un reingeniería educativa; antes se educaba para la vida, ahora el proceso de adquisición del conocimiento se alarga durante toda la vida, no termina nunca y afecta a nuestro trabajo.
Por lo tanto debemos cuestionarnos el valor de la educación. Debemos preparar para aprender durante toda la vida. De ahí que cobre mayor relevancia el aprendizaje de habilidades y actitudes frente al de conocimientos estáticos. En el nuevo modelo educativo se valoran las competencias y las capacidades recuperando, como principios básicos, centros basados en valores éticos, solidarios o humanos, de modo que se construya una sociedad nueva para la humanidad, no para la tecnología.
No solo debemos aprender para aprender durante toda la vida, sino que también debemos aprender a desaprender, es decir, a sustituir con ventaja los recursos por tecnología, los recursos materiales por inmateriales. Como consecuencia se ha producido un hecho bien conocido: el derecho de propiedad. Los bienes inmateriales se caracterizan por ser no limitados, compatibles y no desaparecer con el uso. Así el derecho de propiedad cede ante el derecho de accesibilidad. No deberemos fijarnos tanto en la cantidad de conocimiento a transmitir sino en las habilidades que deberemos enseñar a compartir. Preparar para esto significa formar en actitudes y maneras de trabajo distintas en cuanto a tiempo y horarios, pero también en cuanto a contenidos que aprender.
La desaparición de las tradicionales barreras de espacio y de tiempo nos permitirá disponer de mayor libertad para decidir dónde y cuándo trabajamos, así como la cantidad de trabajo a realizar. Es indispensable, por ello, una preparación para la inseguridad, para la toma de decisiones, para decidir correctamente y para adoptar estrategias concretas. Para ello, además, deberemos tomar como referencia los elementos básicos de una organización que aprende: la cultura, el liderazgo, los objetivos, las personas, la estructura y el contexto. La categoría de lugar se dispersa y es preciso un reacondicionamiento espacial. Esto nos lleva a una sociedad y una escuela de riesgos.
Los ahorros procedentes de la subsidiaridad del factor tiempo deberán desviarse al mantenimiento de equipos, aumento en la organización y disposición de recursos didácticos materiales, disminución del tiempo del profesor como transmisor y un aumento del rol de éste como tutor.
Lo que ahora se necesita aportar como trabajo no son horas presenciales, sino capacidad de crear conocimiento. En este contexto digital los valores más apreciados son la creatividad, la cooperación y el aprendizaje. Lo que añadirá valor a una persona es su capacidad para introducir una mejora en el producto o en el servicio, su capacidad de aprender de las innovaciones de otros y su capacidad de adaptación a situaciones imprevisibles. Para enseñar en la sociedad de la información deberemos considerar las siguientes características:
· De la transferencia de conocimientos a la transacción de los mismos.
· Intercambio de conocimientos alumno-profesor que permita que éste enseñe a seleccionar, ordenar y categorizar los contenidos.
· Mejora de ambas partes al compartir el conocimiento.
· Enseñar el procesamiento de la información recibida.
· Desestandarización del pensamiento y de la información.
· Respeto a valores, creencias y culturas minoritarias.
· Formación del profesorado en valores independientes y éticos.
· Integración del proyecto educativo en la vida del centro.
· Aprendizaje con nuevos códigos y lenguajes.
· Aprendizaje selectivo y rápido, que desarrolle la capacidad de seleccionar, criticar y valorar.
· Manejo con soltura de las redes de la información y los instrumentos en los que se canaliza.
La información se configura como un recurso autónomo que genera riqueza y poder. La diversidad, tanto cultural como personal, no debe ser confundida con el relativismo moral. Las escuelas serán estructuras organizativas complejas y concebidas como organizaciones que aprenden, por lo que tendrán que mejorar las capacidades de sus miembros. Éstos, a su vez, deberán ser capaces de enfrentarse constantemente a situaciones nuevas y saber utilizar esta dinámica de cambio permanente. La sociedad de la información deberá evolucionar, desde el punto de vista educativo, hacia la sociedad del aprendizaje, donde los modelos educativos y su organización tienen un relevante papel. Nos encaminamos hacia un modelo de educación a lo largo de toda la vida de las personas para garantizar la flexibilidad humana y la integración de todos sus miembros.
La información y el conocimiento dan gran poder a quien los posee. El conocimiento es un bien que no se agota en su consumo sino que, por el contrario, se enriquece con el uso.
Una de las características de la nueva sociedad es la creación de redes, efecto que se aplica también al ámbito educativo. En educación se suele tratar de conjuntos de centros que forman una especia de malla interconectada, dedicados a la misma actividad educativa, que están distribuidos por distintos lugares y tienen objetivos o finalidades comunes. Sin embargo, el recurso de mayor entidad que comparten es el conocimiento y el aprendizaje.
Usar redes de aprendizaje en cualquier nivel de la enseñanza introduce opciones para transformar las relaciones y los resultados de la enseñanza y el aprendizaje. Consideraremos dos tipos de redes: las informáticas y las sociales.
Según Linda Harasim (2003), existen cinco rasgos que distinguen la comunicación cuando se trabaja en redes de aprendizaje:
a) La comunicación tiene lugar en grupo.
b) Es independiente del lugar.
c) Es asincrónica, y por lo mismo es temporalmente independiente.
d) Se basa en el hipertexto – y cada vez más en entornos multimedia.
e) Se envían mensajes por ordenador.
Una forma más abierta de entender el conocimiento sería la información almacenada en una entidad ya que puede ser utilizada por la inteligencia de acuerdo a ciertos objetivos. El conocimiento sería también la información procesada, contextualizada y asimilada por las personas y por las organizaciones.
Según Peter Drucker (1994), uno de los gurús de la estrategia empresarial, se ha pasado de una situación aplicable a ser, a otra aplicable a hacer, es decir de una situación referida al desarrollo intelectual de la persona, a otra como factor social de desarrollo de la organización buscando su utilidad.
El aprendizaje es un proceso que tiene lugar en los sujetos u organizaciones cuando éstas procesan la información recibida. El conocimiento es efímero y hay que renovarlo constantemente. En los procesos educativos el currículo debe ser organizado de forma que el aprendizaje obtenido sea significativo para que el aprendiz construya nuevos conocimientos con base en los que ya adquirió anteriormente y la condición de efímero añadida a la necesaria secuenciación, planificación y evaluación curricular hacen necesarias estructuras institucionales o no de aprendizaje más ágiles y dinámicas que las clásicas institucionales.
La gestión del conocimiento es un área muy compleja y de límites difusos. Es un concepto perceptible pero no cerrado. Por un lado, la idea de gestión indica la organización, la planificación, la dirección y el control de procesos. De otro lado, al hablar de conocimiento se pone de manifiesto que una organización, como cualquier ser humano, aprende, es decir, está sometida a una dinámica en la que del exterior y del interior mismo, capta o percibe información, la reconoce, la organiza, la almacena, la analiza, la evalúa y emite una respuesta al exterior, basada en dicha información y englobada en el total de información almacenada procurando un resultado. La Gestión del Conocimiento tiene en el aprendizaje organizacional su principal herramienta.
Asimismo entendemos por redes de calidad aquellos indiciadores que nos muestran una mayor extensión, intensidad y equidad en la consecución de las finalidades declaradas por la red. En este contexto destacamos la carencia de indicadores de calidad para evaluar la gestión de las redes.
Harasim y otros (2003) clasifican en siete los modelos de aprendizaje en redes. Centrados en el experto o profesor tenemos:
a) E-lecciones.
b) La pregunta a un experto.
c) Los mentores.
d) La ayuda de un tutor.
Y centrados en el alumno señalan:
e) El acceso a la información relevante.
f) La interacción entre compañeros.
g) La actividad estructurada.
Pero las personas generan también en su trabajo gran cantidad de conocimiento “tácito” que queda en sus mentes y es difícil de externalizar. Y aquí entran en acción las redes sociales para facilitar la transferencia del conocimiento experimental de los miembros de la organización. El ejemplo más evidente de redes sociales son los centros de formación continuada de profesores. En educación, una red la constituyen varias personas que solicitan, proporcionan e intercambian experiencias e informaciones a través de sistemas de comunicación.
Para gestionar las redes con criterios de calidad, entenderemos por criterios finalistas los indicadores de calidad que se dirigen a la evaluación o comprobación de que las redes de conocimiento y aprendizaje mantienen, sustentan y dirigen sus esfuerzos hacia la consecución de los objetivos para los que fueron creadas:
· Univocidad de los objetivos.
· Pertinencia.
· Eficacia.
· Trascendencia.
· Eficiencia
· Autonomía.
· Sostenibilidad.
· Impacto.
Como criterios genéricos de tipo tecnológico podemos destacar los siguientes:
a) Aspectos funcionales.
b) Aspectos técnico-estéticos.
c) Aspectos psicológicos.
d) Aspectos instrumentales.
e) Instantaneidad.
f) Alta fiabilidad
g) Posibilidad de incrementar los equipos.
Los criterios de contenido tampoco están consolidados, al igual que ocurría con los objetivos. En general se refieren al tema al que se dedica la red y al uso que se hace de los elementos curriculares o de contenido instrumental para conseguir los objetivos. Se pueden resaltar los siguientes:
· Contenidos conceptuales ricos y relevantes.
· Contenidos procedimentales instrumentales y de diseño.
· Contenidos de valores, actitudes e ideas.
· Solución de problemas y adecuación al usuario.
· Sentido de pertenencia a la red y espacios para el debate.
Algunos de los indicadores de criterios organizativos son:
a) Fácil y cómodo acceso.
b) Poseer algún sistema de ayuda o de aprendizaje colectivo.
c) Volumen e intensidad de las interacciones.
d) Amplio índice o un sistema organizativo de tipo hipertexto.
e) Anuncios previos.
f) Permanencia en el tiempo.
g) Flexibilidad en la gestión en la estructura y en la intervención.
h) Lugar desde el que se accede a la red.
i) Generación de conocimiento.
j) Captura/adquisición de conocimiento.
k) Selección, filtrado y organización de la información.
l) Búsqueda/Utilización de la información.
m) Distribución de la información.
En lo relativo a la gestión de resultados del conocimiento y de las redes deberemos ponderar el grado de satisfacción de los usuarios. El modelo de satisfacción material mediría básicamente productos y su adecuación a la demanda. La satisfacción emocional de vía simple implica que los integrantes de la red pueden estar contentos, a nivel subjetivo, con los servicios que les presta la red; y satisfacción emocional de vía múltiple, cuando son varios los satisfechos con su pertenencia y con los resultados.
La reputación de la red es el punto de convergencia entre la tecnología y la cooperación. Asimismo un comportamiento ético se basa en criterios de legitimidad, honestidad, justicia, respeto o libertad. Muchos centros refieren a la eficacia, cuando se señala el porcentaje de aprobados en pruebas externas. La calidad de la red no está reñida con su eficacia. Igualmente es evidente que una red que abarca a muchas personas y su número va incrementándose refleja que la amplitud y el tipo de la comunidad en la red es un indicador de calidad importante. El criterio de diversidad de los participantes es problemático, ya que, resulta positivo si engloba la idea de participación, pero no lo es tanto si se refiere a aspectos temáticos.
Uno de los indicadores que mejor se pueden aplicar es el análisis procedente de la técnica propuesta por el Boston Consulting Group de realizar un análisis DAFO de la red. Este tipo de análisis, básico en cualquier plan de empresa hoy en día, serviría para analizar las fortalezas y debilidades de nuestra red, así como las amenazas externas y las oportunidades que el entorno nos ofrece. Y, correlativamente, deberían trabajarse propuestas de áreas de mejora en los aspectos, tanto internos como externos, que percibimos más débiles o peligrosos.
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