No debería sorprendernos reconocer que Google no acertó con la compra de Motorola hace un par de años. Ahora puede ser fácil hacer leña del árbol caído pero el camino que estaba recorriendo, desde luego, no parecía presagiar un futuro demasiado halagüeño.
Cuando se produjo la adquisición muchos pensamos que era una forma de integración hacia adelante de la compañía que posee el sistema operativo en teléfonos inteligentes más utilizado del mundo. Y nos costaba entender cómo se iba a compaginar la distribución de dicho sistema entre la mayoría de las marcas (solo Apple, Nokia y BlackBerry -entonces -, eran ajenos a Android), y competir directamente con ellas. El tiempo, sin embargo, nos ofrecía unos productos poco novedosos, escasamente competitivos y difícilmente representativos de la habitual estrategia de líder de Google. De hecho, el anuncio oficial de la venta a Lenovo supone el reconocimiento del fracaso de ser capaces de competir en un mercado duro y difícil como es el de los teléfonos móviles inteligentes.
Las claves de este fracaso son, evidentemente, el desconocimiento del mercado, la tensión que generaba ser poseedor del sistema operativo usado por la mayoría de las marcas y la creencia de que iban a poder entrar y arrasar en el mercado con el mero hecho de mantener su estrategia de líder en dicho mercado. Y la broma no les ha salido barata: hace dos años adquirieron la compañía por $12,5 billones de dólares y ayer la vendieron por $2,91 billones. Bien es cierto que estas cantidades pueden suponer poco más que calderilla para ellos. Pero es la constatación de la falta de flexibilidad, cintura y habilidad comercial para adoptar otras tácticas que no sean las pseudomonopolísticas que están acostumbrados a desarrollar.
El acuerdo con Samsung (la indiscutible marca líder en smartphones) sobre patentes de finales de la pasada semana podía dar una pista sobre las intenciones de Google de dar marcha atrás en el mercado de estos teléfonos. Estaba claro que detrás del acuerdo podría entenderse que Google debía aceptar condiciones no escritas que calmaran la presión ejercida por la maca coreana. Y que Samsung dejara, quizá de confiar en Google y arriesgarse a que sus nuevos terminales no usaran Android era un órdago que la compañía norteamericana no estaba dispuesta a jugarse. Y también es un aviso a navegantes para Microsoft; una vez que tomen control de Nokia puede resultar complicado que otras marcas utilicen el sistema Windows Phone. Competir con tus clientes puede suponer este tipo de riesgos, tanto externa como internamente. ¿Qué beneficio le suponía a Motorola, en relación con su competencia, pertenecer al grupo que diseña y distribuye el sistema operativo para todas ellas? Aparentemente ninguno. Por eso Google prefirió quedarse con sus patentes y permitir que Samsung impusiera sus reglas en el mercado de los terminales.
Y Lenovo, ¿qué gana con esto? Evidentemente bastante más. ¿Por qué? Sencillo. Tienen buena presencia en el mercado asiático y latinoamericano, pero escasa en Estados Unidos y casi nula en Europa. Y precisan de una puerta de entrada más consistente que las tabletas y los ordenadores. Y, además un buen número de patentes asociadas a Motorola y Google. Con Huawei y ZTE ganando terreno en el mundo occidental Lenovo tenía que dar un golpe en la mesa e impactar a sus potenciales competidores. Aun así, el precio pagado (aun siendo muy inferior al que pagó Google hace un par de años), sigue siendo muy elevado para ellos.
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