3 de noviembre de 2008

RECETAS PARA UNA CRISIS

No voy a ser tan pretencioso como para enumerar ahora posibles soluciones a la crisis financiera mundial. Si gente mucho más preparada y mucho más informada todavía no tiene clara la radiografía de lo que está pasando y, lo que es mucho peor, de lo que puede pasar.  Pero sí parece claro que las decisiones sobre el futuro inmediato van a pasar por la reunión de un grupo de amiguetes (o no tanto), en Washington dentro de unas semanas.

Si se pretende estructurar de otra manera el sistema financiero mundial no parece demasiado coherente que políticos de distintas ideologías y de países seleccionados con un criterio escasamente razonado se encuentren para dar soluciones de tan hondo calado (no tanto, sin embargo, como pretende Sarkozy que sean).

El G-7 no tiene sentido, pues eran  los países económicamente más potentes en las décadas de los 80 y los 90, dentro de los países occidentales, ya que los países de la órbita comunista “no contaban”. A éstos se decidió que debía sumarse Rusia una vez caído el muro de Berlín y, quizá, como referente de una potencia política, que no económica. El G-20 incluye, además, a países emergente que están experimentando grandes crecimientos macroeconómicos y coyunturales en los últimos años.

Y todos estos, a su vez, han decidido reunirse para reorganizar la caótica situación económica provocada por las políticas neoconservadoras durante más de 20 años. Y, para más chanza, el anfitrión es nada menos que uno de los principales responsables de que esa política económica se haya aplicado hasta sus últimas consecuencias: nada menos que el ignorante e irresponsable George W. Bush.

Y, como si de la Última Cena se tratase, algunos han apostado todo por “salir en la foto”. Y parece que lo van a conseguir. Me refiero al Presidente del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero, quien parece que ha comenzado a mostrar cierto peso específico en la esfera política internacional, pese a sus bandazos ideológicos y sus relaciones poco definidas. Sigo preguntándome si tendrá alguna varita mágica para encontrar alguna solución razonada a esta situación, de lo contrario no entiendo ese desmedido interés en presentarse en Washington, cuando, además, el anfitrión tendrá que tragarse las bilis por su presencia (aunque sea éste el punto que menos me preocupe). Bien es cierto que, en las últimas “cumbres” europeas, las propuestas españolas han sido bien recibidas e incluso alabadas. Pero no entiendo qué se le ha perdido en esa cumbre a un país que tiene un 0,7% de la población del planeta y un 1% del PIB mundial.

¿Qué soluciones pueden salir de la cumbre de Washington? Si la respuesta la tienen los políticos asistentes, me temo que pocas y poco eficaces. Quizá se deberían plantear una cumbre menos política y más económica, con verdaderos expertos, que sean capaces de analizar las causas con frialdad para poder encontrar las soluciones más adecuadas. Y no estaría de más que estuvieran en ella Greenspan y algún otro, hasta hace poco, intocable gurú económico, no ya solo para sacarles los colores, sino para que propongan soluciones al desmán que han organizado.

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