16 de junio de 2008

LA CRUELDAD DEL LIBERALISMO

Está causando perplejidad y estupor, por no decir indignación, la directiva comunitaria que preconiza un máximo de 65 horas laborales a la semana. Estamos a las puertas de lo que parece el desmantelamiento del estado de bienestar europeo y la vuelta a los principios que regían las relaciones empresario-trabajador en los albores de la Revolución Industrial.

Cuando la mayoría de los países que conforman la unión tienen acuerdos-marco que limitan a una media de 40 horas semanales y, en el caso de Francia, hasta 35, los sesudos dirigentes de la Unión Europea dan un rocambolesco giro de tuerca y pretenden aumentar el horario laboral en más de un 20% semanal. Aun siendo éste un tema no baladí, resulta mucho más indignante que esta opción quede supeditada al acuerdo entre el empresario y el trabajador. Esto implica saltarse a la torera cualquier intermediación de representatividad laboral y dinamitar cualquier convenio colectivo.

La corriente neocon, que tan agrios resultados está cosechando en Estados Unidos, se está instalando por la puerta de atrás en Europa y aprovecha el desinflamiento de algunas de las burbujas financieras que estaban sosteniendo una visión demasiado idílica del estado de bienestar. Ante un Banco Central Europeo que solo vela por una parte del tejido económico comunitario y la nueva directiva comunitaria el ciudadano se muestra indefenso ante el estallido de varias burbujas que previamente le habían obligado a generar.

Los gurús nacionales pasan de puntillas sobre el tema y advierten que esa directiva será de imposible aplicación en España, ya que obligaría a rehacer buena parte del sistema jurídico que regula la relación entre el trabajador y la empresa y entraría en conflicto con leyes de rango superior, como el Estatuto de los Trabajadores.

No obstante, estemos alerta y huyamos de esa corriente neoliberal que parece instalarse cómodamente en nuestra vieja Europa. Mantengamos los logros colectivos que ya se han conseguido y busquemos mejorar el ambiente social. Es decir, hagamos todo lo contrario a lo que postulan los principios liberales.

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