11 de noviembre de 2007

¿Por qué no te callas?

Hacía tiempo que venía dándole vueltas al tema, pero creo que éste es un buen momento para desarrollarlo. El penoso incidente que protagonizó el Jefe del Estado de España en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile es la demostración de que la monarquía constitucional es un sistema caduco, anacrónico e inmaduro para una sociedad que apuesta por estar en la vanguardia de los países occidentales.

Vamos a ir por partes. En primer lugar, resulta contradictorio un sistema de gobierno por el cual la jefatura del estado esté en manos de un grupo de privilegio, como en ancestrales sistemas tribales. En estas sociedades primitivas, quienes ostentaban el poder lo hacían por la demostración de fuerza y, para mantenerse en él y perpetuarse en su posición, se autoasignaban encomiendas de los oráculos, de modo que se investían de un poder supraterrenal, divino, que los legitimaba en la perpetuación de la estirpe dominante. Ahora bien, ¿cómo se entiende eso en un estado laico?

En segundo lugar, el actual poseedor de la Corona de España no es sucesor directo de otro familiar, sino que lo es por la caprichosa decisión de un dictador militar filofascista. Es decir, la legitimidad que podría invocar queda disuelta en los trasiegos palaciegos de una dictadura militar.

Además el denominado "espíritu de la Transición" lo envolvió en un halo de infalibilidad que abortaba cualquier postura crítica. Y este halo se ha trasladado hasta nuestros días, en los que todavía parece que fuera pecado cuestionar el origen y la (sin)razón de la Jefatura del Estado de España. Eso sí, de un tiempo a esta parte parecen haber encontrado ciertas vías de agua algunos oportunistas pendencieros e intransigentes. Pero éstos se ahogarán en sus propias bilis, pues sus principios no son coherentes sino mezquinos y, cuando encuentren otra "pieza" de caza, dejarán el tema de la misma manera de la que entraron. Además, quienes apoyamos la causa republicana con argumentos no queremos ni identificarnos ni coincidir en el camino con ese tipo de compañías.

La demostración de cuán bajo puede llegar el sistema actual aparece claramente en el tono y la forma de dirigirse a otro jefe de estado instándole a que se callara. Si bien la actitud de Hugo Chávez, Presidente de Venezuela, fue carente de toda aptitud protocolaria y de la mínima educación exigida, la reacción del Jefe del Estado de España, rebajándose al mismo nivel de verdulería, resultó histriónica y vergonzante. Y todavía más aún si se compara con la actitud templada pero firme del Presidente del Gobierno de España, dentro de lo que el marco exigía, conminando al presidente venezolano a retirar sus insultos hacia un ex-presidente del gobierno español en un tono educado, formal y convincente, argumentando y esgrimiendo el principio de la democracia que otorga al pueblo la decisión sobre quién les gobierna, tenga la ideología que tenga.

Quizá va siendo hora de que la sociedad española se quite la venda de los ojos y empiece a entender que la cosanguineidad no debe otorgar ningún tipo de privilegio, ya que, además, ignora los principios de igualdad entre todos los ciudadanos del estado que están recogidos en la Constitución. Porque, que no se olvide, Hugo Chávez alcanzó la jefatura del estado venezolano en las urnas y éstas, si se garantizara un sistema mínimamente democrático, podrían desplazarlo. Pero, ¿y al español? ¿quién lo elige? ¿quién puede cambiarlo si su gestión no es válida? Por el momento, solo su caprichosa decisión o el destino que aguarda a todo ser humano, en beneficio de su hijo. Si las empresas familiares tienen que adpatarse para perdurar en el tiempo dentro del entorno competitivo y abrirse a la participación externa, ¿hasta cuándo vamos a seguir aguantando el señorío de cortijo si el poder pertenece al pueblo?

Por educación y por higiene democrática, que se habiliten las fórmulas políticas para una "transición" que cierre la integridad del sistema democrático en España.

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