24 de julio de 2007

Hijos a 2,500

Resulta chocante la propuesta que hizo el Presidente del Gobierno en el último Debate sobre el Estado de la Nación. Para acallar los ecos de quienes se basan en el monotema argumental no tuvo otra salida que anunciar que todos los nacidos a partir de dicha fecha tendrían derecho a una ayuda de 2,500 euros. Sorprende, cuando la natalidad no ha sido un tema proecupante para ningún gobernante, pese a tener la tasa natalicia más baja del mundo. Y sorprende más el método elegido.

No cabe duda que ese dinero va a venir bien a los padres y futuros padres. Pero, ¿es éste el tipo de política de incentivación de natalidad que puede servir para mejorar la tasa? Mucho me temo que no. Y me temo que no porque pinta de forma parecida a los famosos 100 euros mensuales que otorgó el generoso Aznar durante los tres primeros años de vida de un niño (vamos, para los pañales y poco más). Sinceramente, esperaba una propuesta más inteligente. Mientras no existan suficientes guarderías públicas, mientras la conciliación de la vida profesional y personal sea solo un gesto político de buenas intenciones, mientras las madres sean trabajadoras y madres, mientras los padres solo ejerzan como tales los fines de semana, mientras las madres tengan problemas para reincorporarse al mundo laboral, mientras ...

Esa no es forma de incentivar la natalidad. Vamos, que nadie va a decidirse a tener un hijo por la subvención estatal, pese a que mejore en mucho a las migajas que ofrecía la ley anterior. ¿Por qué no se fijan en lo que se hace en otros países? Uno de los ejemplos más paradigmáticos es Irlanda. Aparte de las subvenciones, los padres pueden dedicar parte de su tiempo a estar con su hijo, a criarlo en los primeros estadios de su vida. Y luego no existen las barreras que tenemos aquí para reincorporarse al mundo laboral. Y hay más opciones de cuidados, de guarderías, etc. La subvención no es sino la zanahoria para el burro, y ya está bien que nos tomen por tontos.



MAM

PS.- Tenía en mente escribir sobre este tema cuando ha saltado la noticia del secuestro judicial de la revista EL JUEVES por publicar una caricatura en la que aparecía copulando un conocido matrimonio español. El respeto por la justicia no puede equipararse al seguidismo cazurro. La libertad de expresión no puede ser violada siquiera por quienes dicen velar por el resto de libertades.

3 de julio de 2007

Querer y Deber

Es fácil hacer lo que uno quiere. O, al menos, lo parece. El problema es que no siempre podemos hacer que nuestra voluntad guíe nuestras acciones sin que la vía superior de nuestro cerebro la limite. En este sentido, ¿por dónde debemos seguir? La vía inferior de nuestro cerebro es emocional, intuitiva, directa. Nos permite reaccionar rápidamente ante lo inesperado y, digámoslo así, nos permite mantener el sentido de supervivencia.

La vía superior de nuestro cerebro es más lenta, reflexiva, intelectual. Es, sin duda, el mayor reflejo de la evolución del ser humano con respecto al resto de las especies. Pero en este éxito radica también la tensión y la duda. Cuando tratamos de actuar de un modo racional, equilibrado, lógico (si se puede aplicar el término), cerramos el acceso a nuestras sensaciones más personales o, al menos, las pasamos por el tamiz de la razón, lo que condiciona su presencia, su demostración y puede conducirnos a la pérdida de su referencia.

No vale hablar de equilibrio; no sirve utilizar tópicos sobre el balance entre unas y otras. En muchos momentos necesitamos discernir por cuál de los impulsos nos dejamos conducir; bien por la primera y, a veces, primaria, reacción, bien por la vía de la racionalidad y la norma. Es el hecho de dejarse llevar por unos u otros impulsos - y, por ello, renunciar al opuesto -, lo que nos provoca que nuestras actitudes nos planteen la sobra de la duda sobre la eficacia de la decisión.

Y cuando estas opciones son condicionadas por la referencia de otra u otras personas nos encontramos con un dilema todavía mayor, ya que no solo debemos de referirnos a nuestra conducta sino también a la de otras personas. Y la simbiosis entre las personas suelen radicar más en posicionamientos que parten de la vía superior de nuestros cerebros que de los que radican en la inferior. Cuando alguno de los impulsos que provienen de nuestra vía inferior no encuentra correspondencia con los de la vía inferior de otras personas, sino que son atendidos por la superior, se establece un conflicto interno que formalmente no aflora, pero que mantiene la duda sobre el comportamiento a adoptar con respecto a esa otra persona.

¿Alguna sugerencia?
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Suscríbete por rss

Powered By Blogger