28 de abril de 2007

Paz y Libertad

En los últimos tiempos estamos oyendo a mucha gente que utiliza las palabras Paz y Libertad con demasiada alegría y con cierto desahogo. Son dos términos que representan dos de los valores más seguros de un sistema democrático. Pero, como en casi todos los casos, uno no puede darse sin el otro y el otro tampoco puede aparecer sin el primero.
No me cansaré de reconocer que la Libertad, con mayúsculas, es el mayor valor que puede llegar a sentir una persona. Y digo sentir ya que, pese a lo que pueda parecer, es el individuo quien, en último término, tiene que percibirla. Si no se percibe la libertad, será poruqe no se tiene. Pero no es necesario tenerla para percibirla. El poder del individuo va más allá de las alambradas - físicas o mentales -, que puedan constreñirle. Sin embargo, una libertad inducida (es decir, ficticia), es la peor de las represiones.
Pero resulta imposible sentir, creer, vivir la libertad si no hay Paz. Éste es un valor supremo también y, me atrevería a decir, que resulta indispensable para llegar a alcanzar el anterior. Si no hay paz, si no encontramos un espacio en el que la violencia - cualquier tipo de violencia -, predomina, nunca podremos alcanzar la libertad. Es por eso que, tengo la sensación, muchos políticos y muchos alquimistas de la falacia intercambian el uso de ambos términos y los predisponen interesadamente en desorden. Los dos términos son básicos en un sistema democrático de convivencia. Pero, sin PAZ, no hay LIBERTAD. Una vez qe lleguemos a la primera podremos empezar a edificar el edificio de la segunda. La paz es muy complicada, pero es condición indispensable para comenzar a crear un entorno de libertad. Los que se llenan la boca de libertad por encima de la paz no son sino unos simples manipuladores de voluntades que aspiran a coartar la libertad imponiendo lo opuesto a la paz.

17 de abril de 2007

Dirección de Marketing


No suelo incluir entre mis listados de libros los denominados "libros prácticos" o libros de utilidad para el trabajo. Sin embargo, en esta ocasión, voy a hacer una excepción. Se trata del libro Dirección de Marketing, de Jaime Rivera Camino. Aparte de ser un libro esclarecedor y de aportar un planteamiento más original y completo para el puesto, este libro puede considerarse una referencia para quien desee tener un panorama global, sencillo (que no simple) y didáctico de la importancia del marketing dentro de la empresa actual.
La estructura esquemática y el texto ágil permiten que el libro se lea con facilidad y, sobre todo, se asimilen sus contenidos rápidamente. Su enfoque, eminentemente práctico, aporta cercanía y evidencia empírica.
Tengo que reconocer que me siento orgulloso de haber sido alumno de su autor, Jaime Rivera. Excelente conversador, es una de esas personas que, aun estando en un nivel infinitamente superior al que muchos podremos nunca alcanzar, sientes, sin embargo, muy próximo. Siempre dispuesto a la ayuda, al apoyo, a la colaboración, tratando de que cada uno pueda obtener lo mejor de sí mismo.
Un libro, en resumen, donde se aprecia lo mejor de su autor y, como en el aula, procurando obtener lo máximo de quien lo lea.

14 de abril de 2007

El mundo de ayer

Stefan Zweig fue un escritor de origen vienés que acabó con su vida en Londres, en 1942, cuando el destino de Europa estaba jugándose en una sangría bélica.Escribió distintas obras de teatro, sobre todo en su juventud, así como una large serie de obras de ficción y ensayos. En su escritorio se encontraba el manuscrito de la que sería su obra póstuma El Mundo de Ayer, que puede considerarse como una autobiografía que nos relata su paso por la época histórica en la que vivió.
Sin embargo, seríamos muy necios si nos limitásemos a describir la obra como si fuera el relato de su vida. Más aún, las referencias espacio-temporales que hilan la narración no son sino el decorado donde se representa la obra de sus pensamientos, inquietudes e intereses. Las referencias personales enlazan a sus sensaciones internas y el relato se configura en torno a ellas, dejando atrás y aparte todo lo que podría resultar vano y superficial. Podríamos afirmar que Zweig hizo un esfuerzo de recreación sensorial de su vida y de su aguda observación del entorno. Su contínua reconfirguración de éste es la que nos permite leer una obra cuyo contenido sigue estando, más de 60 años después, plenamente vigente. La idea de una Europa unida como una sola, respetando las peculiaridades de cada zona, la unión intelectual del ser humano en un estadio superior al de las simples barreras territoriales continúa siendo hoy una aspiración para muchos.
Asimismo la obra nos permite encontrar muchas de las claves por las que las ideas totalitarias se pueden asentar en un país, del daño que éstas pueden causar y de las nefastas consecuencias a las que puede empujar, como un multicolor juego de dominó cuyas piezas van cayendo una detrás de otra. La pulcritud del hilo narrativo nos muestra la desazón a la que el mundo se enfrentaba a comienzos de la década de los 40 del siglo pasado y cómo se articularon sentimientos de estirpe que habían permanecido, si no dormidos, sí aletargados, durante cientos de años, en clara referencia al origen judío de su familia y las consecuencias que el fascismo que nublaba el continente europeo desencadenó en quienes más lo padecieron.
Pero no es un libro de justificación o de repulsa. Muy al contrario, resalta cómo fue posible que, en un grupo humano cuyos miembros solo tenían en común una creencia religiosa, se crearan, por mor de la humillación y la estigmatización, una serie de sentimientos de pertenencia, de solidaridad y de estirpe que despertaron para la búsqueda de unos principios terrenales a los que el tiempo había enterrado durante centenares de años.
Mi más entusiasta recomendación del libro de Editorial Acantilado como método de introspección sensorial individual. O, sencillamente, como una obra que se lee con sumo placer.

9 de abril de 2007

La carretera

Mi vida empieza allí
donde termina un film
con el cadáver
de Jimmy Dean.
Los muertos del arcén
no cuentan para aquél
que ha nacido
para correr
[...]
(estrofas iniciales de la canción "Autopista" de Loquillo y Los Trogrloditas)
Una vez más, el periodo vacacional con el que nos obsequiamos los humanos para celebrar el fin del invierno y el inicio de la primavera (antes de que algunos lo maquillaran de contenido esotérico), vuelve a estar trágicamente en los titulares de los medios de comunicación debido al elevado número de accidentes de carretera y las más de cien personas que no volverán nunca a sus domicilios y los otros tantos que tardarán en hacerlo o lo hicieron tras tener que pasar por un hospital. La Dirección General de Tráfico nos castiga con feroces campañas en prensa, radio y televisión advirtiéndonos de algunos de los riesgos que se corren en estas fechas. Si ese tipo de publicidad no fuera institucional sino de algún producto privado se habrían vertido ríos y ríos de tinta criticando su falta de tacto y de sensibilidad. Las cifras, por el contrario, no parecen dar la razón a quienes se apoyan en estas campañas. ¿Será que no se está acertando con el mensaje o será que se están buscando causas diferentes a las reales? Me produce tristeza haber escuchado a un alto cargo político responsable de este área sentirse satisfecho con una cifra "X" de muertos en este periodo. Mientras haya uno solo este señor no debería sentirse nunca satisfecho y no debería siquiera esbozar una sonrisa. Esas cifras se refieren a personas y, ante todo, dolor, mucho dolor. No voy a mostrarme tan ciego como para no reconocer que el exceso de velocidad está presente en muchos de los accidentes, pero se debería tener en cuenta el estado infame de muchas autovías y de muchas carreteras de doble sentido, las cuales ahora parecen estar en el ojo del huracán. Y, ¿qué deberíamos decir de esos preciosos radares fijos en medio de una recta o de la mayoría de los radares móviles camuflados tras los setos de la autovía o inmediatamente detrás de la señal de 50 a la entrada de un pueblo? ¿Por qué no se ponen los radares fijos donde se debe realmente reducir la velocidad? ¿Por qué la Guardia Civil de Tráfico no se coloca en los puntos donde está prevista mayor concentración de vehículos y se olvidan de su misión recaudatoria y pasan a la acción previsoria? Veo lejano el día en que la cifra de muertos en carretera sea simbólica, por no decir nula. Podemos poner mucho de nuestra parte, pero, aunque pusiéramos todo, no podríamos estar seguros al ciento por ciento. Mientras tanto, no dejemos de olvidar que, detrás de cada cifra, existen muchas tragedias personales. Tengo que pensar que, esta vez, también me he librado.
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